Doctrina de la ciencia : Principios fundamentales de la ciencia del conocimiento

J.G. Fichte ; prefacio de P. Grimblot ; traducción de Antonio Zozaya.

Madrid : Establecimiento Tipográfico de El Liberal, 1913.

3 vols. ; 16 cm. : La Fundación posee el volumen 1 de esta edición. Extensión: xxviii + 168 p, de las cuales las primeras 28 identificadas con números romanos.

Serie: Biblioteca Económica Filosófica ; 36. Director: Antonio Zozaya

Esta obra fue traducida del alemán al francés por Paul Grimblot y de ahí traducida al español por Antonio Zozaya, como se deja ver en la edición de 1887. En la edición de 1913, Zozaya figura como traductor, pero se mantiene el prefacio de Grimblot.

Resumen: Este es quizás el libro filosófico más emblemático del idealismo alemán; en él culmina especialmente la propuesta, hecha por Kant, de una "filosofía trascendental". Kant remitió la organización objetiva de la naturaleza (o del mundo) a una obra de la subjetividad: por ejemplo, ni el espacio ni el tiempo son en sí, sino formas de la sensibilidad humana. Por la relación del entendimiento con los fenómenos —o cosas investidas de las formas subjetivas de espacio y tiempo— y la posibilidad de conocerlas de manera necesaria y universal —lo que él llama a priori—, afirma que el orden y la regularidad en los fenómenos —la naturaleza— es nuestra propia obra, que ha de ser necesaria y tendrá la unidad a priori del enlace de los fenómenos. Podemos producir esa unidad sintética a priori porque en nuestro propio espíritu residen las condiciones subjetivas de semejante unidad a priori, las que deben ser a la vez valederas objetivamente, porque son los fundamentos de la posibilidad de conocer en general un objeto en la experiencia. De estos supuestos parte Fichte para entender que el mundo (en otras palabras, el no-yo) se origina a partir de la subjetividad (del yo), es decir: la naturaleza posee el valor que recibe del mismo yo. Esto significa, primero, que los fenómenos como tales no pueden existir fuera de nosotros; segundo, que solo existen en nuestra sensibilidad; tercero, que todo lo que la sensibilidad contiene como objeto de conocimiento no es posible sino en la subjetividad cognoscente, la unidad consciente que Kant llama "apercepción" y es el fundamento que otorga la legitimidad necesaria a todos los fenómenos de una experiencia. En Kant, la apercepción trascendental es primariamente la forma unificadora del conocimiento; unifica el material ofrecido por la sensibilidad y sin ese material está vacía. Pero en Fichte el yo no es solo una condición formal, sino también material. Nada puede haber que determine previamente al yo. El yo se produce a sí mismo, sin otro fundamento fáctico; es, por lo tanto, pura génesis: su ser es su poner; la posición del yo por sí mismo es actividad pura y refleja. Poniéndose es, y es poniéndose. Entender esa génesis significa concentrarse, por encima de los facta, hasta donde la necesidad causal pierde su vigencia. La captación del fundamento egológico de toda la filosofía se realiza mediante intuición intelectual, concepto que Fichte entiende como la visión que el sujeto tiene de sí mismo en la ejecución del acto por el que le nace el yo. Y esa intuición intelectual es, para Fichte, el único punto firme; de modo que a partir de él —y solo a partir de él— se puede explicar todo lo que existe en la conciencia. La intuición intelectual no se dirige a un ser, sino a un obrar, a un acto del yo. La Doctrina de la ciencia viene a cumplir, según Fichte, un papel metafísico en todas las ciencias: estas se relacionan con la Doctrina de la ciencia como lo fundado con el fundamento, pues ella les asigna a todas sus puestos. Es, así, la ciencia de las ciencias. La Doctrina de la ciencia es, en primer lugar, una ciencia; y como toda ciencia tiene forma sistemática, todos los principios que hay en ella "están ligados a un único principio fundamental y se unifican en ella para formar un todo".